SEGUIMOS RECIBIENDO APORTES DE ESTE AMO MEXICANO Y LA VERDAD ME ENCANTA PODER COMPARTIRLOS AQUÍ. A DISFRUTARLOS
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La imaginación popular ha elaborado un fenotipo del dominante. Alto, fuerte, muy masculino, espaldas anchas, cadera angosta, estómago de lavadero, voz grave, pelo en pecho, malencarado y con un grueso falo de veinte centímetros, capaz de eyacular cada noche un decílitro de espeso semen.
En realidad el ser dominante esta fundamentado principalmente en el carácter. Por eso un Amo no es un cabrón que va por el mundo repartiendo hostias, y pateando al que se le ponga enfrente. Sino alguien que posee una fuerza interna, inteligencia y conocimiento, que le permiten darse cuenta de su capacidad para controlar algo o alguien, cuando así lo desea.
Un Amo no es elemental. Tiene imaginación e inteligencia para ir más allá del mero placer físico. Es observador, le gusta mirar los cambios de las personas. Es curioso, le gusta descubrir que hace cambiar a las personas. Es inconforme, quiere aprender algo más de lo que sabe. Es reflexivo, va más allá del instante, piensa en consecuencias. No es simple, sabe que el placer proviene de varias circunstancias y entornos, le gusta elaborar escenarios complejos y busca involucrar a todos los sentidos.
El carácter del dominador proviene de saberse seguro, del conocimiento de sí mismo, de reconocer sus cualidades y necesidades. Está consciente de que emana poder, y sabe ejercerlo cuando es necesario.
Tiene claridad mental y sabe que la práctica de Dominio sumisión es un proceso en el que intervienen varios factores. Esencialmente se basa en el acuerdo que hay entre él, que reconoce que le provoca placer dominar, y un sumiso, que admite que goza sintiéndose dominado.
Sabe que la sumisión no es una prenda que se coloca y quita. Reconoce que no existe un estado único e inamovible de sumisión, que cada sumiso es distinto y cada uno vive un proceso diferente y va adentrándose paso a paso en niveles cada vez más profundos. Que las capacidades y necesidades de cada quien son distintas.
Un Amo sabe que no puede exigir igual, ni tratar con la misma dureza a todos sus sumisos. Aunque tiene claro que posee una superioridad emocional mayor que la de cualquier sumiso, y que en muchos momentos puede mandar sobre ellos, mantiene una ética clara de que el sumiso tiene el derecho inalienable de aceptar una relación de Dominio-sumisión y de renunciar a ella en el momento que así lo decida.
Un dominante es preciso y honesto al plantear una experiencia o relación con un sumiso. No ofrece lo que no tiene, no oculta intensiones, es claro en lo que pide y exige, no esconde cartas bajo la manga. Establece perfectamente condiciones y derechos. Alienta al sumiso a que externe dudas y preguntas. Le señala la dificultad del camino que le espera y al mismo tiempo, le ofrece ayuda para entrenarlo.
Bajo todas las premisas anteriores, el dominador busca ser dueño absoluto de su dominado, de su cuerpo e incluso de su mente. Puede imponer sobre él su voluntad. El Amo puede hacer con un sumiso lo que durante la sesión le venga en gana: maltratar, insultar, humillar, castigar, violentar, atar, vejar, ensuciar, exhibir, prestar, prostituir, o cualquier otra cosa que le provoque placer, respetando siempre el acuerdo del nivel de Dominio-sumisión establecido entre ellos.
No existe un modo único para tratar a un sumiso, un buen dominador reconoce la naturaleza de cada uno de sus siervos, puede detectar su grado de entrega y de acuerdo a esta evolución, establecer un plan de entrenamiento tendiente a profundizar su sentido de humillación y entrega.
Todo sumiso trae cierto potencial de obediencia, pero un buen Amo es el que es capaz de conducir y estimularlo para que aumentar su nivel de servilismo, desarrollar su capacidad de obediencia, su resistencia a los castigos y humillaciones.
A pesar de ser el dueño de su sometido, un Amo es cuidadoso de él. Especialmente evitando cualquier riesgo que afecte su salud. Aplicará siempre los castigos evitando situaciones que desequilibren irremediablemente su seguridad. Debe haber una absoluta y amplia comunicación entre ellos, para que ambos tengan total claridad de lo que pueden o no hacer durante una sesión. Lo ideal es que antes de ella, ambos establezcan un contrato de sumisión por escrito. En el anexo III puede consultarse un ejemplo.
Hay más sumisos que dominantes, porque aunque parezca lo contrario, ser dominante exige mucho mas. El sumiso lucha contra si mismo, sus miedos y desconfianzas, pero una vez vencidos, nada más se deja conducir, en cambio, el dominante durante toda la relación tiene que tomar decisiones. Cada sesión debe planear qué van a hacer, luego realizarlo, asumiendo la responsabilidad del placer y la seguridad de ambos.
Casi siempre el Dominante es responsable de la educación de su sometido, de que cuente con elementos teóricos que faciliten la comprensión del tema, de resolver sus dudas, etc. Esto implica que debe de actualizarse él mismo, preparase a fondo. Un Amo tiene su stock mínimo de herramientas físicas para una buena sesión.
Una sesión de sumisión implica para un Amo un gran trabajo, desde elegir el mejor lugar y la hora mas apropiada. Un Amo experimentado no deja nada al azar. En su mente o por escrito tiene un guión para cada sesión. Establece una lista de requerimientos, según el nivel de sumisión de su siervo. Debe calcular necesidades de tiempo y económicas.
Y luego, durante la sesión, es el responsable de crear el ambiente. Él decide si hay silencio o música, cuando habla, cómo habla, que lenguaje usa en cada momento, qué preguntas hace al sumiso, incluso cuándo debe callar. Todo esto enfocado a generar la tensión y expectación necesaria en el sumiso.
Luego, al terminar debe de hacer un recuento de lo ocurrido, hacer una especie de reporte mental o escrito sobre lo que sucedió en la sesión, se pregunta que fue lo mejor, que estuvo menos bueno y como podría mejorar su siguiente evento. También elabora una suerte de evaluación integral del sumiso, del desarrollo de sus capacidades y debilidades, todo esto con el fin de ayudarle a mejorar su desempeño en siguientes sesiones.
Algo que también es controversial, es si un Amo necesita ser rudo el 100 % del tiempo. En mi opinión, eso va en contra de la premisa de experimentar y aprender. Mi experiencia me señala que para que un sumiso experimente un sometimiento rea, debe experimentar diferentes grados de presión. Sin aviso previo, un Amo puede tener actitudes hacia su sumiso que rompan con el canon de dureza que espera.
Después de una resolución, puede mantenérsele abrazado por unos minutos, en silencio y acariciándolo suave, o durante la sesión alternar el trato.
Manteniéndolo atado y vendado, en silencio el Amo puede pasar sus dedos sobre sus hombros, cuello, pecho y rostro. Besarlo con lentitud y suavidad en cuello, orejas, labios o cualquier punto sensible. Susurrar cosas como, "mi pequeño cachorrito, que obediente estas hoy, putito".
El objetivo no es necesariamente mostrarse débil o tierno, sino sacarlo de la dinámica que él espera. El Amo demostrará que tiene el control siempre, y parte de esa demostración es cambiar el canal de dureza y sorprenderlo.
No hay como amarrarlo y darle una buena sesión de dilatacón anal usando guantes y lubricante, hasta hacerle arracar estremecimientos y luego, cuando más esté disfrutando, alternar con nalgadas, escupitajos, bofetadas o insultos.
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